El Camino nos enseña a valorar lo que es importante en la vida, según pasan los días estamos más anclados en el presente, preocupandonos menos por el futuro. Esto ayudará a tomar las decisiones adecuadas cuando llegue el momento.
Se van superando dificultades y según nos llegan las enseñanzas y regalos que nos ofrece el camino, se va abriendo el corazón. Sentimos bienestar, y comenzamos a percibir las bendiciones de la vida. Ocurren situaciones mágicas, nos encontramos con sincronizidades, coincidencias y personas entrañables.
Tomamos nota de cosas que estaban ocultas debido al muro que habíamos construido entre nosotros y la vida. Por ejemplo, cuantas veces vamos con prisa en la vida diaria y no tenemos tiempo ni disposición, para hablar con alguna persona que se nos acerca. Quizá esa persona tenía un regalo que ofrecernos en forma de enseñanza o descubrirnos algo, pero debido a nuestro muro dejamos pasar la oportunidad. Así una y otra vez.
En el camino estamos más abiertos y receptivos para compartir nuestro tiempo, en una charla o en una puesta de sol.
Un error es pensar que la magia sucede solo en el camino y que tenemos que volver allí si queremos volver a percibirla. Sin embargo, las bendiciones están siempre ante nosotros, si estamos abiertos al momento presente. Es nuestra disposición lo que necesita cambiar, nuestra perspectiva. Se trata de parar de focalizar en lo que valoramos como negativo, lo que no nos gusta, para pasar a percibir lo bueno del momento, los pequeños o grandes dones de cada día, y agradecerlo. Cada situación aunque no sea agradable, si la vivimos con consciencia nos ayuda a descubrirnos a nosotros mismos. Abrir los ojos y el corazón a los regalos de la vida.