Cuando estaba en el monasterio de Italia empecé a realizar una práctica que encuentro muy beneficiosa. Después de comer me iba a mi cabaña del bosque y tomaba la determinación de no hacer nada, durante las próximas tres horas, excepto estar plenamente consciente del cuerpo y la mente. Cuando me perdía en pensamientos, sin darles más energía ni rechazandolos, volvía la atención al momento presente, utilizando la respiración como punto de anclaje. Meditaba pero sin estar en una postura formal, solo sentado normalmente, con los ojos abiertos o cerrados, si me cansaba o me entraba algo de sueño me ponía de pie o estiraba un poco las piernas. Me ponía una alarma para no estar pendiente del reloj.
Los primeros diez minutos eran los mas difíciles, ya que la perspectiva de estar tres horas sin hacer nada resultaba un poco desesperante. Después la mente se iba calmando y el cuerpo relajando y empezaba a sentir paz interior. Cada cierto tiempo me venían ganas de hacer alguna actividad, pero al rato pasaba. El aburrimiento estaba presente durante la práctica, pero había calma. Aunque pudieran llegarme pensamientos, los espacios se hacían mas grandes, así como la capacidad de regresar al momento presente. Podía compaginar pensamientos con paz conjuntamente. Recuerdo que al final de las tres horas podía permanecer mas tiempo.
Esta práctica la sigo realizando pero sin marcarme un tiempo. Recomendaría que la probaseis, daros el tiempo que queráis, aunque os recomendaría mínimo 20 minutos, porque podréis experimentar como la inquietud que se tiene al principio pasa y se comienza a sentir paz.
Esta practica es muy útil por varias razones.
– Aprender a encontrar bienestar en la soledad y simplicidad del momento presente, haciéndonos mas independientes. Evitando que nos enzarcemos en actividades o conversaciones poco provechosas para nuestro bienestar, para pasar el rato, como ver la tele, internet, etc… que agitaran mas la mente, aumentando la inquietud interior.
– Aprender a parar y a estar con la inquietud interior normal que se tiene después de haber estado activo.
– Nos permite conocernos, así como a estar con las condiciones, sin dejarnos arrastrar por ellas, experimentando su naturaleza impermanente por nosotros mismos, obteniendo la libertad que da el ser capaz de estar con las cosas tal y como son.
– Nos permite contactar con nuestro cuerpo y silencio interior.
– Desarrolla la practica de mindfulness, llegando a ser cada vez mas frecuentes las veces que recordemos volver al momento presente.
Encuentro muy beneficioso aprovechar los tiempos muertos que tenemos a lo largo del día, como esperando el autobús, el descanso en el trabajo, o antes de comer, etc para volver al momento presente, así como darnos algunos minutos con frecuencia para dirigir la atención al cuerpo y mente, notando como está siendo afectado por nuestra actividad, además de relajarnos y liberarnos de esa inquietud mental que provoca la actividad, lo que nos ayuda a continuar mas armoniosamente. En nuestros tiempos con la tecnología que tenemos a nuestra disposición, esto es aun mas difícil, porque es muy fácil escapar de esos tiempos muertos conectándose a internet o con mensajes, etc…, que es simplemente una reacción a la inquietud interior, que nos mantiene en un estado de agitación a los largo del día.
Conozco la dificultad que es parar de hacer cualquier actividad, siendo consciente de esa incomoda energía que se va creando, en cuanto nos ponemos en acción.
La mente se va agitando, los pensamientos se van encadenando y toda esa energía nos incita a una constante actividad, y a mantenernos siempre ocupados para evitar afrontar esas sensaciones. Siempre que he afrontado la situación parando, siempre lo he agradecido, aunque los primeros minutos son difíciles, al rato siento paz y serenidad. Recuperando el poder de decisión sobre mis acciones.
Generalmente en los ratos libres siempre se suele hacer algo, dormir, leer, ver alguna película, escuchar música etc… o haciendo meditación formal.
A algunos ni se les pasa por la cabeza el no hacer nada, lo consideran como desaprovechar el tiempo; esto es un condicionamiento social que tenemos, pero si probáis, comprobareis como los beneficios para nuestro bienestar son grandísimos.